En la calle de Santa Prisca, nº 81, actualmente se está realizado el acondicionamiento para que pueda ser visitable, existe una construcción subterránea, que el propietario utiliza como pajar, que por su disposición y características constructivas, cabe asignar a la época romana.

Lo conservado del edificio, se reduce a cuatro estancias en línea, de las que la más exterior está destruida, en parte, como decimos. Las tres más interiores, de dimensiones casi iguales, de cómo 1’25 m de fondo por 1’65 m de ancho, están separadas entre sí por arquerías con huecos de paso de 0’65 m de luz, con la particularidad de que como las estancias tienen bastante altura (4,44 m), cada arquería aparece doblada en altitud, sin duda para aligerar el peso considerable que gravitaría sobre la ordenación inferior; esta curiosa disposición, nos recuerda los arcos de entibo que aligeran las arquerías del acueducto de Los Milagros de Mérida, y los que en la mezquita cordobesa peraltan las naves del oratorio musulmán con funciones constructivas muy similares. Avanzando hacia la actual salida, se aprecian otras dos estancias, la más exterior, como decimos, incompleta, separadas por arcos del mismo tipo y dimensiones, pero únicos en altura, por lo que se peraltan para conseguir una altura correspondiente a la clave de los arcos superiores antes descritos; la supresión está justificada, ya que el pavimento de estas habitaciones, más alto en esta zona, imposibilita la solución de arquerías superpuestas. Así, estas habitaciones tendrían, si ambas se suponen iguales, unos tres metros de profundidad por un metro setenta y dos de ancho, como todas las del conjunto.

El sistema de construcción del edificio es, como anticipamos, netamente romano; los paramentos son de mampostería menuda tratada con cuidado en hiladas que tienden a la horizontalidad; mientras que los diferentes muros de separación de las estancias, de un espesor que varía entre los 0’45 y los 0’70 m, es un curioso aparejo mixto de sillería de granito con verdugadas de a cinco hiladas de ladrillo (sus dimensiones son 28 x 22 x 3’5 cm; la junta tiene de espesor, por término medio, unos 5 cm), rellenándose los espacios que contornean las arquerías con mampostería similar en todo a la de los paramentos laterales de la construcción; es de señalar que los arcos, por su reducidas dimensiones, no se despiezan, estando constituidos por un sillar a todo tizón, recortado en forma semicircular. Las bóvedas son de cañón, dispuesto en sentido longitudinal, y aparecen construidas con la misma mampostería ya señalada en paramentos, siendo su directriz de arco rebajado; en el centro de cada bóveda, y en cada una de las estancias, un lucernario circular de unos 30 cm de diámetro daría luz y ventilación al interior. A juzgar por lo que es posible reconocer en las roturas de los muros, éstos se componían con un núcleo de hormigón de cal y canto, al modo de otras construcciones de tradición romana. Es de señalar que el edificio estuvo en su interior totalmente estucado a la cal, tanto en sus paramentos verticales como en sus bóvedas y suelos, con la particularidad de que en éstos, los ángulos que forman con los muros, aparecen achaflanados en forma similar a la manera en que se rematan las construcciones romanas de destino hidráulico (estanques, acueductos, cisternas, etc.).